Se acercan las elecciones presidenciales en Bolivia de 2025, y, como es debido, comienza el tiempo de hacer promesas sin fundamento y sin principios.
Los políticos hacen lo que mejor saben hacer: prometer... y digámoslo así: "obviar las verdades". Aunque sería más transparente pensar que no pueden obviar algo que nadie puede conocer. Al fin y al cabo, ¿quién conoce la verdad? Pero, siendo menos filosóficos, ¿para qué sirve la verdad? Para miles de virtudes, pero en política, para nada!!! Si algo nos ha enseñado la política, a base de palos y decepciones, es que con honestidad intelectual no se ganan elecciones. La receta del éxito político es: hágalo sin honestidad, punto.
La política, y no solo en Bolivia, es un zoológico. Veamos algunas de esas divertidas especies, que tienen solo una cosa en común: todos son políticos.
Los populistas, desde hace ya algunos años, siguen fieles a su estilo. Se atribuyen milagros ajenos, o mejor, eventos y resultados sociales complejos, como si hubieran sido determinados por decisiones individuales y simples. Siempre están iluminados, nunca se equivocan. Con algo de imaginación, pueden justificar satélites inservibles, fábricas de desperdicios, canchas de fútbol por doquier... y un largo etcétera. Incluso nos convencen de que la escasez de dólares se debe a una crisis mundial. Eso sí, no es crisis mundial si el precio del gas o los minerales suben: ahí, por supuesto, es mérito propio.
Luego están los libertarios, que, ensalzados por un par de aciertos del presidente de un país vecino, creen que el tiempo les ha llegado. Y ojo, ese proceso aún no ha terminado. Pero ¿existe alguna evidencia de un país exitoso bajo un modelo libertario puro, al menos en el tono que nos quieren vender? Podemos coincidir en que el país necesita un giro de timón hacia más libertad económica, pero ¿un modelo donde el mercado sea rey y no exista espacio para lo público? Parece que estos viven más en la teoría que en la práctica.
Como en casi cada elección, también salen de su madriguera los empresarios. Uno, que es la antítesis de la pata de conejo, siempre ha soñado con ser presidente. Es algo así como la personificación de la pata del mono: deseo que le pides, desastre que alcanzas. Aunque, para ser justos, parece tener un don para los negocios. Otro, que no puede ser presidente porque no reside en Bolivia, coquetea con todos los políticos. En su momento, incluso coqueteaba con populistas que ahora son perseguidos por la justicia. ¿Quién no quisiera tener su fortuna? Me refiero estrictamente a lo financiero. No vamos a ahondar en el verdadero significado de ser rico. Lo que sí es claro es que tiene el bolsillo más profundo desde los tiempos de los barones del estaño y un sospechoso interés por "ayudar"... o "ayudarse", si queremos pensar mal. Los empresarios nos hacen creer que manejar un país es como manejar una empresa. Craso error.
Entre medio, y contra todo pronóstico, están los políticos reciclados, los llamados dinosaurios, los eternos. Esos que viven del Estado, de la palestra pública. Les encantan las cámaras. Son un poco de todo: populistas, hacen negocios, pero necesitan del Estado para volverlos rentables, y además no les tiembla la conciencia cuando se trata de abrazar la doctrina, económica o política, de moda. No les importa haber tenido que escapar a otros países; regresan en gloria y majestad porque requieren algo que no pueden conseguir en Miami: pleitesía y subordinación. No por nada algunos intentaron ser militares. Quizás lo único que les envidio es su incapacidad para envejecer o sentirse viejos, para retirarse y cuidar a los nietos. Siempre están listos para una nueva batalla, para una huelga de hambre o para promover que alguien haga huelga de hambre por ellos.
Personalmente, no aguantaría ni medio round si me enfrentara a alguna de estas especies. De entre todas ellas, ninguna está interesada en ayudarnos. Para ser político se necesita tener credencial de miembro de Cobra Kai, no mercy, no tener piedad. Ellos están sentados en la mesa, fuertes. Y como dice ese viejo dicho: si no estás sentado en la mesa, eres parte del menú.
Ese es el contexto. En lo que sigue, y aunque a pocos les interese, voy a tratar de echar luces en muchas direcciones, intentando identificar fragmentos de lo que se podría considerarse como verdad. No porque crea que podria afectar el resultado de las elecciones, o identificar al mejor candidato. Soy incapaz de cualquiera de esas cosas. Lo hago, simplemente porque es tiempo de elecciones, y parece oportuno. Sin intereses políticos, no soy político, al menos no en tal sentido.